PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA PULSA AQUÍ.
[Voz en off: Estamos en el año 2100. Música futurista]
Madriguero- ¡Hola, Espelunca!, ¡tengo algo muy fuerte que contarte!
Espelunca- ¡Cuenta, cuenta, Madriguero!
Madriguero- Me he apuntado al proyecto experimental de teletransportación.
Espelunca- ¡Ostras… no sé qué decirte!
Madriguero- ¿No sabes qué decirme? Pues te lo digo yo: dame la enhorabuena porque, si me seleccionan, dentro de seis meses ¡visitaré Júpiter!
Espelunca- Y, ¿cómo funciona el viaje? He leído algo en los periódicos, pero no con detalle.
Madriguero- Muy “sencillo”: hacen un escáner de toda mi información cuántica, la envían, codificada mediante señales luminosas y en Júpiter una máquina la descodifica y, con ella, fabrica un cuerpo exactamente igual al mío, vamos, el mío…, solo que con otro material, resistente a las condiciones de allí.
Espelunca- ¿El tuyo… o uno igual al tuyo?
Madriguero- Lo mismo da: el caso es que tendrá todos mis recuerdos y pensará como yo: así que observaré con él lo que pasa en Júpiter: me han dicho que hay paisajes espectaculares.
Espelunca- Y ¿qué pasa con el cuerpo original, el que se queda aquí?
Madriguero- Hay, por lo visto, un 90% de probabilidades de que sufra una lesión mortal en el escaneado completo. Pero no importa, porque luego se hace la operación inversa: la señal que venga de Júpiter traerá toda mi información, modificada con las experiencias que haya tenido allí. Luego, vuelven a materializarme aquí, y ya está.
Espelunca- ¿Ya está…? ¿Y si no se destruye el de aquí, el original, o el de allí, tu “yo” jupiteriano? ¿Estarás en varios sitios a la vez?
Madriguero- De momento firmas un documento en que autorizas que toda copia sea destruida.
Espelunca- ¿Y eso no es un asesinato?
Madriguero- Un poco, sí, la verdad. Algunos comités éticos dicen eso mismo. Pero otros sostienen que no debe permitirse que el mismo individuo esté en varios lugares del universo…
Espelunca- Yo, de todas maneras, no creo, Madriguero, que sea el mismo individuo, ni que eso sea una manera de viajar. ¿No te parece que, cuando te metas en el escáner de aquí, de la Tierra, te copien, y te destruyan, simplemente te estarán matando?
Madriguero- ¡Siempre estamos muriendo, y volviendo a nacer, porque siempre estamos cambiando! Lo importante es que todos mis recuerdos y pensamientos pasan a estar en Júpiter, y eso soy yo, ¿no?, simplemente mis recuerdos y sentimientos.
Espelunca- Sí, visto así… Pero, si sobreviviera el original, tú seguirías aquí, y en Júpiter simplemente habría una copia tuya, no tú, ¿no? Él seguiría su vida, y se iría alejando de ti, como dos gemelos desde la primera división celular…
Madriguero- Creía que eras tú la que no le dabas tanta importancia al soporte físico, sino al alma. Mira: aquí, en este pendrive, llevo el último poema que me pasaste: ¿es tu poema, o solo una copia…? No me importa, siempre que me deje acercarme a tu maravillosa sensibilidad.
Espelunca- Vale, tú viaja a Júpiter. Yo, mientras, intentaré raptar al cuerpo que se quede aquí: te llamaremos por teleconferencia desde el sofá.
Madriguero- ¡Maldita sea! Ahí me has dado. Si no me dejas que me lleve un ejemplar tuyo, o sea, de ti, no me voy.
Un experimento mental futurista como este fue utilizado, hace unos años, por el filósofo inglés Derek Parfit, en su libro Razones y personas, para hacernos pensar, entre otras cosas, en el viejo problema de la identidad personal: ¿qué hace que sigamos siendo el mismo a través del tiempo y las vivencias? Si una persona sufre una amnesia total, ¿tiene que responsabilizarse por los actos (pagar, por ejemplo, por los crímenes) que realizó antes de olvidarlo todo?, ¿no es, ahora, una “persona nueva”? ¿Qué ocurriría si pudiéramos replicar personas? ¿Serían la misma o diferentes? Aunque algunos filósofos creen que estos experimentos inverosímiles solo sirven para hacer analogías confusas, otros creen que nos ayudan a pensar cosas profundas, y, de hecho, son muy usados, tanto en filosofía como en física teórica o en ciencias humanas.
Respecto del problema de la identidad personal, muchos antiguos filósofos suponían que tenemos, cada uno, una esencia propia que se va desplegando a lo largo del tiempo. Pero ¿cómo reconocer cuál es nuestra esencia, si se va materializando al contacto con otras cosas? ¿Qué habrían dicho Platón o Aristóteles del problema de la teletransportación? En el otro extremo, ciertos filósofos (por ejemplo, algunas escuelas budistas, o el escocés ilustrado David Hume) dicen que no existe, realmente, ninguna identidad: solo hay una sucesión de estados mentales, que unimos por su parecido.
Otros filósofos piensan que nuestra identidad reside en tener el mismo cuerpo. Pero el concepto de “mismo cuerpo” es problemático, no solo porque el cuerpo está en continuo cambio y hay distintos niveles de describirlo (cuántico, molecular, orgánico…), sino porque creemos que lo que caracteriza a una persona son sus aptitudes mentales. Seguramente estas están totalmente unidas a rasgos físicos, pero son ellas las que definen la identidad, no estos rasgos físicos.
Otros filósofos, como el inglés John Locke, sitúan la identidad en la memoria. El propio Derek Parfit, en quien nos hemos inspirado para nuestro diálogo, piensa que no existe una perfecta identidad personal, pero que esto “no importa”, porque para seguir identificándonos con lo que hacemos nos basta una relación menos exigente: una serie de conexiones mentales, especialmente de recuerdos, intereses, etc.
¿Qué piensas? ¿hay algo que haga que seguimos siendo el mismo de antes? ¿Qué: el cuerpo, la memoria, nuestras ideas…?
Guión: Juan Antonio Negrete. Actores: Eva Romero, Jonathan González, Gema Ortiz, María Ruíz-Funes. Voces: Mónica Burgoa, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
Síguenos en @RADCultura y toda la información en @RAD_Spain.
No hay comentarios:
Publicar un comentario