Por José Sánchez Conesa "El tío del saco"
José Sánchez Conesa, segundo por la derecha (La Verdad)
Francisco Henares nos habló en la Casa del Folklore de La Palma sobre la cerámica doméstica del agua. El arte popular recoge las tradiciones y da plasticidad a las ideas del grupo humano en función del entorno o nicho ecológico. Eso es precisamente la cultura, la respuesta que el grupo humano da a las necesidades de supervivencia, salvando como mejor puede los desafíos que le plantea la naturaleza.
La cacharrería nos acompaña desde las cavernas, porque en beber agua nos va la vida. Somos agua y venimos del agua. De animales acuáticos pasamos a anfibios, luego reptamos para, finalmente, llegar a levantarnos sobre nuestras patas traseras.
Para muchos el artesano o artista popular busca el sentido práctico, quedando el aspecto estético en un plano secundario. En verdad, prima la dimensión utilitaria pero no dejan de buscar la belleza como podemos apreciar en algunos de los objetos que nos llevó Paco y su esposa Inés, coleccionistas por toda España de alfarería comprada no en tiendas, sino directamente en el taller y tras plática con el alfarero.
Trajo a colación Paco a Santo Tomás de Aquino, quien apuntó que Dios creó el pan y las flores, lo necesario y lo lúdico o estético. Vimos una benditera, pequeño receptáculo de agua bendita empleada en las casas, colocada tanto en la entrada del domicilio como en el dormitorio para santiguarse, sobre todo al salir a la calle, donde estaban los peligros.
Nos llamó la atención el bebedero de los pollicos y las palomas, cántaras y botijos. Por cierto, recuerdo que una prueba a la que te sometían para demostrar que no eras un crío y que te estabas ganando ya la categoría de hombre hecho y derecho era beber en cántara a cañete, sin capuzarte ni tirar al suelo una gota. Los presentes recordamos los aspectos lúdicos del agua como aquellos pitos, pajarillos de barro que simulaban el canto de caverneras y canarios, que sigo viendo por ahí. Y cómo las mujeres hacían de ganchillo la caperuza de la cántara.
Henares es doctor en Lengua y Literatura, recientemente en Teología. Por eso, nos explicó que la expresión agua de borrajas procede de la mala calidad del agua de una especie de cardo llamado borrajas o cerrajas.
Los cambios de uso resultan muchas veces paradójicos, porque el orinal que los abuelos guardaban bajo la cama hoy lo podemos ver trasmutado en florero. Y el lebrillo, ahora objeto de decoración de la casa, antaño era utilizado para lavar niños con agua calentada al sol o al fuego, o usado para transportar la ropa que sería lavada en la acequia o en el lavadero público, mentidero de la localidad y foco de sociabilidad femenina en exclusividad.
Al final de la tertulia derivamos en algunas consideraciones, como que la cultura tradicional de nuestros abuelos valoraba en mucho un bien escaso como el agua, la austeridad y el reciclaje o reaprovechamiento. La grave crisis que padecemos nos coloca delante de muchos enigmas e incertidumbres pero una cosa es clara: no podemos volver a la cultura del despilfarro propia de nuevos ricos en que vivíamos.
Los recursos naturales son escasos y chinos, indios y brasileños, por citar solo a algunos de los emergentes, desean consumir como en el primer mundo. No hay para todos, a menos que se repartan. Lo triste es que se habla ya de las guerras que vendrán, no por petróleo, sino por los 'lingotes' de agua.
Entre otros tertulianos estaban el anfitrión, Pedro Antonio Gómez, que nos demostró que la cántara es un instrumento de percusión empleado por su grupo folklórico y los etnógrafos Juan Montoya Inglés, autor del libro Nuevo libro de oficios viejos, y Juana Mari Gómez Egea, autora de La vajilla del agua, comunicación presentada al II Congreso Etnográfico del Campo de Cartagena y publicada en la Revista Murciana de Antropología, número 15. Se puede leer en internet y le dedicaremos un próximo artículo.
Archivo de la palabra
Juana Mari trabajó mucho para recabar testimonios de nuestros mayores junto a Raquel Arango Zapata, Rafael Belda González y Natalia Grau García. Lo hicieron dentro de una experiencia innovadora propiciada por el Archivo Municipal de Cartagena como es el Archivo de la Palabra.
Dios fue el primer alfarero y el hombre su primer cacharro, pues de barro nos hizo. Muchos realizan cursos de artesanía y reconocen la alta estima de la que gozan por ser capaces de realizar una obra por sí mismos. ¿Nostalgia de dioses?
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