Por Juan José Ruipérez
“Hay tres tipos de personas en este mundo: ovejas, lobos y perros pastores. Algunas personas prefieren creer que el mal no existe en el mundo. Si la oscuridad llega a sus puertas, no saben cómo protegerse a sí mismos. Esas son las ovejas. Y luego están los depredadores: hacen presa al débil, son los lobos. Y por último están esos bendecidos con el don de proteger a los débiles. Estos hombres son una rara avis, viven para confrontar al lobo. Ellos son los perros pastores.”
Como si de un salmo se tratara, así comienza esta película autobiográfica, con el padre de Chris Kyle adoctrinando a sus hijos con este monólogo durante la comida. Y es que, a decir verdad, el texto entrecomillado de más arriba podría resumir muy bien la esencia de esta película.
Durante todo el film, Clint Eastwood se pasea del blanco al negro dentro de una gama cromática para él inexistente. Mientras los soldados americanos que son alcanzados por los proyectiles enemigos agonizan cruelmente entre gritos desgarrados y borbotones de sangre, los “enemigos” iraquíes no son nada. Ni un ápice de relevancia, solo reciben unos cuantos balazos y mueren, sin personalidad. Solamente son parte de un escenario amenazante, solo son objetivos a neutralizar.
En cuanto al protagonista, Chris Kyle es un texano sin grandes aspiraciones que dejó el mundo del rodeo para convertirse en una leyenda para los SEALS durante la ocupación en Irak por convertirse en el francotirador más letal de la historia de los Estados Unidos, con unas 160 muertes confirmadas en 10 años de servicio. Este personaje es devuelto a la vida en la gran pantalla por un Bradley Cooper que realiza una actuación sobria y lograda a partes iguales. Su evolución es constante y tarde o temprano acabará alzándose con la tan preciada estatuilla a mejor actor.
Por otro lado, y como complemento perfecto a Bradley Cooper tenemos a la siempre encantadora Sienna Miller, quien cumple con su papel de Taya Renae, la mujer de Chris Kyle. Si bien es cierto, el desarrollo de la historia y su estructura condicionan notablemente el hecho de que esta actriz no pueda lucirse más frente a la cámara.
Y con esta última frase del párrafo anterior, quisiera enlazar el final de este artículo. Porque es exactamente eso lo que echo de menos en este film de un elegante Eastwood como director. La falta de desarrollo del “background” de los personajes: apenas se sabe nada de la infancia de Kyle ni tampoco se desarrolla en profundidad la convivencia familiar, o la ausencia de la misma. Por último, también da la sensación al terminar el visionado que incluso al ceño fruncido de Clint Eastwood los años le pasan factura, y cada vez es más conservador con las posibles lecturas políticas que puedan derivar de sus películas. Demasiado limpio, aséptico. De no ser por el final, apenas podríamos saber si el director tiene alguna idea fundada acerca del personaje real de esta historia.
¿Oveja, lobo o perro pastor? ¿Qué fue Chris Kyle a vuestros ojos? Si ni siquiera el mismísimo Clint Eastwood ha sido capaz de dejárnoslo claro, no seré yo quien haga un juicio de valor.
Síguenos en @RADCutura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario