La tarde lúgubre y lluviosa incitan a no salir de casa. Las oscuras sombras llenan de frialdad el ambiente. Por suerte aún tengo algo para hacer más cálido que el pesado aire de un atardecer mojado.
Un piano, un violín y una voz llaman desde lo más profundo de un computador. Para el final dejé lo mejor: a David Gilmour y Roller Walters.
Rajmáninov revivió el sonido de unas teclas. Los dedos de la pianista Olga Kern resucitaron el legado en pentagrama del ruso. Me quedé fascinado de la precisión de la intérprete. La expresión de su cara solo demostraba que llamaba a gritos el cielo; no hay otra palabra para tales sonidos que la perfección. Toda una obra musical que se inundó de ovaciones del público, demostrando así el talento de una mente a través de una interprete. Es como si de alguna manera el pensamiento de Serguéi Rajmáninov sonara por toda la sala.
Seguimos en la búsqueda de un horizonte lleno de notas y Julia Fischer se apodera de mi atención en la construcción de una maravilla con tan solo 4 cuerdas. La efímera sonoridad de un instrumento y el agudo recuerdo de alivio llegan hasta el oído más ignorante, cautivándolo en una hipnótica canción como si del flautista de Hamelin se tratase. Julia hace que el violín hable por ella, no necesita decir nada más.
De las cuatro cuerdas pasamos a la voz. Maria Callas no tiene explicación con palabras, no hay modo de comprender cómo de su voz nacen tantas lágrimas de emoción. Las notas que emite me llevaron a otro paraíso cognoscente, como un sueño cartesiano, un nuevo desenfrenado aliento de recién nacido surgía con el último de sus cantos.
A pesar de que todas estas obras hicieron regodearme con mis pensamientos, la que me hizo salir de la Alegoría de la caverna y abrir mis ojos fue The Wall. Una hora con veintiún minutos de puro arte. Los dos discos que componen El muro son sinceramente una historia contada con sonidos. Tan grande fue mi placer que debo dejar fluir los detalles.
La guitarra enciende la pieza con In The Flesh? que eriza cada uno de los pelos y un escalofrío recorre la espalda. La sensación se intensifica en los solos envolventes de Another Brick In The Wall. El llanto de un bebé en Mother y minutos después la voz de una niña sorprendida por un avión en el cielo dan un punto de partida temporal: un nacimiento y un paulatino crecimiento plagado de déjà vu. Good Bye Blue Sky merma los decibelios y aumenta el sentido, y abre las puertas a los sonidos más oscuros de los "espacios vacíos". La oscuridad y la soledad son lo que se experimenta hasta la agradable melodía acústica de Is There Anybody Out There? Los dedos de Gilmour acarician con dulzura las cuerdas como si de amor se tratase y sacan del silencio con el desgarrador grito por el recuerdo de Vera Lynn.
Los recuerdos del pasado conquistan los armónicos de Comfortably Numb. El bajo de Walters y su voz hace que renazca de las cenizas el poderío que ocultaba el sentimiento. Si una frase me fascinó fue la de la canción Hey You: "Don't help them to bury de light, don't give in without a fight" por su traducción: no les ayudes a enterrar la luz, no te rindas sin antes luchar.
Para finalizar este detallado ensayo en mi búsqueda de colores en los sonidos llegué a una conclusión. A veces es imposible comprender el sentido que transmite nuestras mentes, no existe fórmula o esquema que represente un sentimiento ni números que puedan calcular la magnitud de nuestra imaginación y hasta qué punto es capaz de producir tantas emociones como se escuchan aquí. Solo hace falta cerrar los ojos y descubrir el misterio que se esconde en la oscuridad.
Enlaces:
Rachmaninoff, Concierto nº 3: https://www.youtube.com/watch?v=9AmxZnlRa6Q
Julia Ficher: https://www.youtube.com/watch?v=cI8siIwR9JM
Maria Callas, Madame Butterfly: https://www.youtube.com/watch?v=mN9Dipgqdtw
Pink Floyd, The Wall: https://www.youtube.com/watch?v=h4oGfVUB83I
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