Por Raúl S. Saura
Personas que no hayan visto la primera temporada de Better Call Saul procederán a viajar a Belice. Sin billete de vuelta.
Nunca es sencillo arrancar un spin-off, el ejemplo olímpico de Frasier permanece demasiado brillante en la cúspide y el lodazal de Joey, menos que un apéndice de Friends, amenaza con embarrar el camino. Para haber armado una leyenda de la televisión de todos los tiempos como Breaking Bad (ya caerá por RAD algún sentencioso artículo sobre el descenso a los infiernos de Walter White), poca tontería poseerían Vince Gilligan, creador de la serie, y Peter Gould, creador de Saul Goodman, como para no saber en qué se estaban metiendo. Lo comprendieron a la perfección pero no temieron y, a día de hoy tras el final de la primera temporada, han sabido acallar a los fans más talibanes y alegrar a los más agradecidos. Porque el desierto de Nuevo México y su universo crece más allá de Heisenberg.
No decepionó Bob Odenkirk al pasar de su perenne rol de secundario tanto en la serie madre como en Fargo al de protagonista. El desparpajo verbal de Saul, originario James McGill, regresó como los torrentes en primavera. El mismo de siempre, el abogado del diablo, ese cómico personaje a medio camino entre el caradura y el superviviente. En el mismo contexto, 5-6 años antes del inicio de Breaking Bad y de cambiar de identidad, conocemos los orígenes del defensor de los oprimidos, aquel a quien es mejor llamar.
Pero no sólo él regresó (antes), lo hizo acompañado de personas importantes en su vida de las que no sabíamos nada (¿desaparecieron de su vida o sólo veíamos de él lo que tenía que ver con Jesse y Walter?). Resulta que tiene un hermano mayor, Chuck McGill, mito vivo de la abogacía en todo el país si no más, bajo cuya sombra de honorabilidad y respeto procura ganarse el pan. O si acaso el de los dos, porque su consaguíneo pasa por sus horas más bajas, aquejado de una supuesta alergia a la electricidad. Una persona maniática y visiblemente enferma quien condena al benjamín familiar a proveerle de hielo, bacon y aceite para candiles. Un enfermo psicosomático por el que Jimmy haría cualquier cosa, tal es el respeto que le inspira.
Sin dejar de ser el bueno de Saul un sinvergüenza, especialmente en su juventud (buenísimo el origen de su futuro alias) con su compañero en la estafa Marco, decidió librarse de la cárcel y reformarse como abogado. Nunca llegaría a conseguir la imponente carrera del mayor, pero las ganas siempre permanecieron. Con ilusiones, con fiereza a la hora de trabajar y con el recurrente apoyo de Kim, a la que la RAE llamaría amigovia pero una persona decente diría folliamiga. Pero sin tickets.
Y es que en el parking James tendrá sus más y sus menos con un hombre resabiado y hastiado de todo. En efecto, el mismo, el de siempre, el eterno y gigante y merecedor de todos los spin-offs del mundo, Mike Ehrmantraut. Un aplauso por su retorno al mundo de los vivos y a Jonathan Banks por su portentosa actuación en el sexto episodio, probablemente el mejor de esta primera tanda. Un capítulo necesario para comprender ese resabio, la tristeza tras sus duros ojos. Bienvenido de regreso, mister Ehrmantraut.
La temporada sirvió sólo como toma de contacto, o eso imagino, con el universo de Gilligan/Gould que sigue expandiéndose. A veces recurre a elementos de Breaking Bad como Tuco, la costumbre de este por juntarse con sicarios que no saben no hablar en el momento menos indicado, como la papelera deforme por la ira del protagonista, como esos planos y ángulos de cámara característicos, como ese prometedor viaje personal que se anuncia... Sin embargo, la novedad de Better Call Saul sin afrontar sus raíces resulta evidente, como novedoso es comenzar prácticamente todos los episodios con flasbacks para conocer más el pasado del menor de los McGill, como novedoso y chocante fue ese silencioso inicio de la serie con la vida post-Heisenberg de un hombre roto.
Porque, si algo intenta Better Call Saul es conducir a toda velocidad su llamativo coche más allá de la sombra del químico como ya hace con la de su hermano. Atrás queda la moralidad y la moralina ante el descubrimiento de la conspiración y la envidia por la llegada del primer gran caso de Jimmy. Hola, millones de tesoreros ambiciosos, hola fin de imposiciones. Hola episodios terminados en o.
James McGill, a quien ya hemos conocido, comienza a dar paso a Saul Goodman. Más allá del bien y del mal. Gracias por este espectáculo, no nos lo perderemos el próximo año, ni cameos de Bryan Cranston hacen falta. Gracias AMC, por renovarla antes de estrenarla. Como decís, Never bad was so good.
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