Gregorio Rabal Saura se dedica a entrevistarse con
personas mayores, fundamentalmente procedentes del entorno rural,
preguntándoles sobre el asunto de las plantas, además de la meteorología
popular y sobre el reino animal. El resultado de sus rigurosas y amenas
investigaciones lo ha expuesto en libros como 'Cuando la chicoria echa
flor…' (Etnobotánica en Torre Pacheco) y artículos en revistas
especializadas como la Revista Murciana de Antropología de la
Universidad de Murcia, Cartagena Histórica o Revista de Folklore de la
Fundación Joaquín Díaz. Actualmente prepara la edición de un texto sobre
la etnobotánica del municipio de Cartagena. Llegados a ese punto
resulta obligada la mención a una obra pionera en su género como fue
'Medicina popular de Cartagena' por el doctor Carlos Ferrándiz Araujo,
publicada en 1974, con prólogo del catedrático Pedro Marset Campos.
El amigo Gregorio sabe mucho de la fototerapia popular
pues las plantas curan, o al menos alivian de dolencias y trastornos,
como certifica una tradición milenaria que nos haría remontarnos a la
Prehistoria. Ya en escritos de historiadores y escritores romanos y
griegos se acreditan prácticas terapéuticas similares a las empleadas
todavía por nuestros abuelos y padres. Hay cosas que se resisten a
desaparecer, por algo será.
No cabe duda de que la etnobotánica, el estudio del uso
que la comunidad local hace de las especies vegetales, forma parte
importante e interesante de nuestro patrimonio cultural. No solo el
Teatro Romano, con todo su gran interés, es patrimonio. Además tenemos
una gran riqueza cultural en la tradición oral, escasamente estudiada
para desgracia nuestra y escarnio de las instituciones académicas como
son las universidades de la región.
Es en el medio campesino donde aún se continúan estos
usos ancestrales, aunque debemos advertir que muchos chavales de pueblos
y aldeas desconocen completamente el nombre de las más elementales
especies. Algo habría que hacer.
Higueras y 'quebraos'
De entre todos los remedios llama mucho la atención la
curación de infantes herniados en la noche de San Juan. Los niños
'quebraos' eran pasados en brazos de un Juan a una María, solteros que
no hubieran conocido hembra o varón, por encima de una rama de higuera,
preferentemente de la variedad negra. A esta rama se le realizaba una
hendidura para casi partirla y tras la realización del rito se unía otra
vez con la ayuda de barro y un trapo que se anudaba para facilitar que
volvieran a unir. Si al cabo de unos días la rama se secaba era señal de
que la curación no se produciría, por el contrario si el ayuntamiento
había funcionado, reverdeciendo la rama, la hernia infantil estaba
resuelta. Como decimos participaban un Juan y una María, aunque en menor
medida y según lugares Juan y Juana, María y José, incluso Juan y
Pedro. Al pasarse de mano en mano al niño afectado pronunciaban la
oración siguiente: «Toma este niño María/ dámelo Juan/ quebrao te lo
doy/ sano me lo has de dar». Desde crío conocía de la existencia de este
negocio por mi propio padre, a quien vinieron a buscar a mediados de
los años cincuenta unos vecinos que deseaban contar con su concurso en
este acto mágico-medicinal, como Juan que es. La rama fructificó, la
niña sanó.
El hombre ha sido durante milenios adorador de los
árboles a los que consideraba sagrados, poderosos símbolos de vida y
resurrección. La cruz de Cristo es árbol de vida pues el cristianismo
participa y está impregnado de esta cultura, muy anterior al propio
Jesucristo. Por ello esta práctica ritual de la higuera así como el
árbol de Navidad o las cruces de mayo son restos de aquellas antiguas
creencias.
Otro remedio que me ha llamado mucho la atención es el
tratamiento que la tradición popular hace de la ictericia o aliacán. El
enfermo presenta pigmentación amarillenta de la piel provocada por la
elevación de los niveles de bilirrubina en sangre, indicando este dato
la existencia de trastornos hepáticos, biliares e incluso anemia. La
persona con aliacán debía orinar cada mañana o cada tarde durante nueve
días sobre las matas del 'manrubio', además de arrojar sobre ellas un
poco de sal y recitar: «Buenos días (o tardes) señor manrubio/ aquí le
traigo de almorzar (o merendar)/ unos poquitos de orines/ y unos
granitos de sal». Mediante esta curiosa operación se trasfiere la
patología de la persona a la planta.
El 'quebrarao' o 'quiebrarao' se ha usado y, aún se
emplea, para reducir los niveles de glucosa en sangre o como depurativo
de la sangre. Todas las mañanas en ayunas se toma un vaso resultante de
la decocción de tallos de esta planta.
La 'arzavara' (agave americana) es originaria del
continente americano pero forma parte de nuestro paisaje. Es como el
cerdo porque se le saca mucho rendimiento, aunque sólo señalaré aquí su
empleo en la curación de distintas patologías dermatológicas, fiebres y
espasmos intestinales, colocando sobre el vientre un emplasto de
'arzavara' cocida con barro.
Otro día trataremos de una planta medicinal de gran
predicamento en nuestra comarca como es el 'rabogato', al que mi abuela
Águeda le tenía mucha fe.
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